Circula por la red desde hace tiempo el extracto de un programa de televisión en el que una gitana se lamenta de que les han derribado sus viviendas y para más inri había un vecino que tenía dos hijas subnormales. El hecho de que este vídeo sea tan visitado no es en solidaridad con estos gitanos sino más bien por la risa que produce que hablen con tanta crudeza o mejor dicho, sin la armoniosidad que dicta la correción política vigente. La palabra subnormal era muy empleada en los años 80 y se usaba sin intenciones peyorativas, la dictadura de lo correcto la ha postergado a un ostracismo quizás exagerado, como todo lo que generan las encorsetadas convenciones actuales.
Pero ser tan correcto no presupone el máximo de los respetos, recuerdo una anécdota que nos contó el profesor de historia del instituto referida a lo que le pasó a un amigo suyo que era negro. Al negro no le querían dejar pasar a una piscina pública "porque no podían entrar personas de color al recinto", el negro al final pasó porque no era de color sino negro y eso argumentó a su interlocutor, tan correcto como racista, tan cuidadoso en las formas como cínico en el fondo.
Volviendo al vídeo es increible que unas imágenes que muestran miseria y desgracia causen tanta risa en mucha gente. El respeto no se gana amedrentando las conciencias ajenas con tabúes lingüísticos, es más este ejercicio de cinismo colectivo no promueve la forja de valores en una sociedad sedienta de los mismos, solamente actúa como una capa de barniz del malo, del que se compra en los chinos (¿o hay que decir Bazar Asiático?)
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